Esta semana se inauguró en La Palma una instalación pionera en el estudio de las estrellas, infraestructura que tiene que ver con una ley por la que se protege el cielo insular de la contaminación lumínica del alumbrado dispuesto sobre la piel de la isla. Hemos asumido con naturalidad la destacada singularidad del cielo de las islas, llegando incluso a definir un marco legal para protegerlo, la "Ley del Cielo de Canarias", y lograr así que nuestro archipiélago constituya un lugar privilegiado para la observación del universo en el hemisferio norte.
Sin embargo, no hemos estado tan diligentes respecto a la protección del suelo agrícola. No se ha podido concretar un marco legal efectivo que defienda con eficacia el suelo agrícola y mucho menos los cultivos de autoabastecimiento, algo elementalmente estratégico en un archipiélago lejano como el nuestro. Aquí y ahora dejamos que desaparezca paulatinamente el territorio dedicado a la agricultura, por falta de medidas de protección. Esta sociedad parece algunas veces confundir sus prioridades: resulta más sencillo y está mejor visto en Canarias mirar hacia las galaxias lejanas que hacia la tierra, a las matas de papas del país y, por supuesto, hacia los que las siembran.
En nombre del libre comercio y de la circulación sin restricciones de todo tipo de mercancías en la UE, las islas son invadidas con reiteración por multitud de productos de diversa procedencia en la que un conjunto de pícaros y otras especies raras se aprovechan y se saltan muchas de las cosas escritas en el Tratado de la Unión y, de esta manera, se han introducido una serie de nuevas y amenazantes plagas, e incluso papas de países terceros, no comunitarios, como las papas de Egipto, que han ido arruinando a nuestros agricultores. Veamos algunos datos: en la década de los ochenta, hace algo más de 20 años, la superficie cultivada de papas en Canarias ha pasado de sembrar más de 15.000 hectáreas a situarnos en torno a los 5.000 hectáreas en este año, dándose situaciones tan paradójicas como que una parte de la cosecha estival está en cámaras frigoríficas mientras seguimos importando de fuera. Nuestros agricultores no cobran ni 30 cts. por un kilo de papas del país, "lamentable". Si a esto añadimos los problemas derivados de la polilla guatemalteca entendemos por qué gran parte de las tierras cultivadas hace dos décadas hoy se encuentren tapadas por la maleza (bardos de zarzas, espinos, magarzos, etc.) y, lo que es aún peor, con paredes que se caen, instalaciones de riego que se arruinan, es decir, una infraestructura construida con sudor y lágrimas de nuestra gente, que se ve obligada a dejar el campo y la cultura agraria.
Hemos dejado que la agricultura de autoabastecimiento se venga abajo sin protección alguna en un marco legal en el que se protege hasta contemplación de las galaxias lejanas, los lagartos, las tabaibas o las palomas rabiches. Sin embargo, apenas existe ningún marco legal para proteger a los hombres y mujeres que cuidan nuestros campos, producen alimentos frescos que no necesitan petróleo para ser traídos y que sólo piden una mínima protección ante quien sólo entiende del bolsillo, aquí y ahora. En este momento, las leyes parecen elaboradas para que el verdadero himno de Canarias sea la Polka de Nijota y Los Sabandeños. La esperanza es que el nuevo Gobierno de Canarias negocie con Madrid y Bruselas para adecuar el marco legal a la urgente necesidad de proteger al sector primario de las islas, en nombre del abastecimiento de nuestra gente y el menor coste de la cesta de la compra, que es -además- una de las más caras del país. Las papas importadas con sistema "dumping" deberían ser únicamente permitidas en coyunturas de desabastecimiento y no como ahora, con diez millones de kilos en cámaras frigoríficas.
En definitiva, hagamos las leyes que queramos para el cielo pero también para los que trabajan y viven en el campo, entre otras cosas porque también contribuyen a conservar y mantener el Medio Ambiente y el Paisaje, sin coste alguno para las arcas públicas.
Sin embargo, no hemos estado tan diligentes respecto a la protección del suelo agrícola. No se ha podido concretar un marco legal efectivo que defienda con eficacia el suelo agrícola y mucho menos los cultivos de autoabastecimiento, algo elementalmente estratégico en un archipiélago lejano como el nuestro. Aquí y ahora dejamos que desaparezca paulatinamente el territorio dedicado a la agricultura, por falta de medidas de protección. Esta sociedad parece algunas veces confundir sus prioridades: resulta más sencillo y está mejor visto en Canarias mirar hacia las galaxias lejanas que hacia la tierra, a las matas de papas del país y, por supuesto, hacia los que las siembran.
En nombre del libre comercio y de la circulación sin restricciones de todo tipo de mercancías en la UE, las islas son invadidas con reiteración por multitud de productos de diversa procedencia en la que un conjunto de pícaros y otras especies raras se aprovechan y se saltan muchas de las cosas escritas en el Tratado de la Unión y, de esta manera, se han introducido una serie de nuevas y amenazantes plagas, e incluso papas de países terceros, no comunitarios, como las papas de Egipto, que han ido arruinando a nuestros agricultores. Veamos algunos datos: en la década de los ochenta, hace algo más de 20 años, la superficie cultivada de papas en Canarias ha pasado de sembrar más de 15.000 hectáreas a situarnos en torno a los 5.000 hectáreas en este año, dándose situaciones tan paradójicas como que una parte de la cosecha estival está en cámaras frigoríficas mientras seguimos importando de fuera. Nuestros agricultores no cobran ni 30 cts. por un kilo de papas del país, "lamentable". Si a esto añadimos los problemas derivados de la polilla guatemalteca entendemos por qué gran parte de las tierras cultivadas hace dos décadas hoy se encuentren tapadas por la maleza (bardos de zarzas, espinos, magarzos, etc.) y, lo que es aún peor, con paredes que se caen, instalaciones de riego que se arruinan, es decir, una infraestructura construida con sudor y lágrimas de nuestra gente, que se ve obligada a dejar el campo y la cultura agraria.
Hemos dejado que la agricultura de autoabastecimiento se venga abajo sin protección alguna en un marco legal en el que se protege hasta contemplación de las galaxias lejanas, los lagartos, las tabaibas o las palomas rabiches. Sin embargo, apenas existe ningún marco legal para proteger a los hombres y mujeres que cuidan nuestros campos, producen alimentos frescos que no necesitan petróleo para ser traídos y que sólo piden una mínima protección ante quien sólo entiende del bolsillo, aquí y ahora. En este momento, las leyes parecen elaboradas para que el verdadero himno de Canarias sea la Polka de Nijota y Los Sabandeños. La esperanza es que el nuevo Gobierno de Canarias negocie con Madrid y Bruselas para adecuar el marco legal a la urgente necesidad de proteger al sector primario de las islas, en nombre del abastecimiento de nuestra gente y el menor coste de la cesta de la compra, que es -además- una de las más caras del país. Las papas importadas con sistema "dumping" deberían ser únicamente permitidas en coyunturas de desabastecimiento y no como ahora, con diez millones de kilos en cámaras frigoríficas.
En definitiva, hagamos las leyes que queramos para el cielo pero también para los que trabajan y viven en el campo, entre otras cosas porque también contribuyen a conservar y mantener el Medio Ambiente y el Paisaje, sin coste alguno para las arcas públicas.
15/07/2007. Wladimiro Rodríguez Brito. Consejero del Cabildo Insular de Tenerife. El dia.
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