La cúpula del imponente edificio plateado se abrió, el príncipe Felipe de Borbón tecleó los códigos de acceso para enfocar hacia la Estrella Polar y, de inmediato, el mayor telescopio óptico del mundo vio su primera luz. Todo ello no sucedió en Arizona, Hawái, Chile o cualquier otro paraíso astronómico más o menos lejano, sino en la cima montañosa de la isla de La Palma, en Canarias. En ese momento fue como si dos millones de pupilas humanas unieran esfuerzos, según el símil poético empleado por la organización. "Con esta máquina podremos ver una vela encendida en la superficie de la Luna", relata el astrónomo Riccardo Scarpa, que será el encargado de enfocar el GTC durante los próximas meses.
El Gran Telescopio Canarias o GTC es un gigante tecnológico con un espejo primario de 10,4 metros de diámetro --superando a los famosos Keck, en Hawái-- y 17 toneladas de peso, todo ello asentado sobre una estructura flotante de 400 toneladas y protegido por una cúpula de 40 metros de altura máxima. Se encuentra a 2.400 metros de altura en un paraje agreste y frío del observatorio del Roque de los Muchachos, rodeado de otros telescopios de menores dimensiones pero lejos de cualquier foco de contaminación lumínica y atmosférica.
El acto simbólico de inauguración o de primera luz estuvo presidido por el príncipe Felipe; el nuevo presidente autonómico, Paulino Rivero, y la ministra de Educación y Ciencia, Mercedes Cabrera, entre otras autoridades, pero lo más llamativo fue la asistencia de decenas de astrónomos de todo el mundo que comprobaron con los ojos muy abiertos las posibilidades del nuevo aparato. Gracias a su descomunal espejo, su visión en el espectro visible e infrarrojo y los instrumentos con los que está equipado, el GTC es ciertamente único. Así, está capacitado para buscar objetos invisibles para otros telescopios, como galaxias antiquísimas, nuevas estrellas en fase de nacimiento, agujeros negros, planetas alejados de nuestro sistema... "En definitiva, cosas impensables hasta ahora", subraya su director, Pedro Álvarez.
PERIODO DE PRUEBAS Aunque el GTC no está totalmente acabado, el acto celebrado anoche en la isla de La Palma fue un requisito que deben pasar todos los grandes telescopios del mundo. El aparato, según palabras de Álvarez, es como un automóvil --"más que un turismo, un auténtico fórmula uno"-- que ha salido a un circuito a conocer el asfalto. A partir de ahora, y durante aproximadamente un año, los sistemas del GTC serán calibrados para comprobar si se mueven bien y apuntan al sitio correcto.
La joya de la corona del GTC es el espejo primario, es decir, la superficie de 10,4 metros de diámetro en donde se reciben las luces cósmicas. Desde lejos parece hecho de una única pieza, pero se trata de una malla formada por 36 hexágonos de una vitrocerámica especial que miden 1,90 metros entre vértices y pesan 470 kilos cada uno. "Así se van a hacer todos los futuros telescopios de grandes dimensiones", afirma José Miguel Rodríguez Espinosa, director científico del GTC. Con la tecnología tradicional de pieza única, la construcción de telescopios descomunales parece haber tocado techo por motivos de ingeniería.
Las 36 piezas hexagonales, que están separadas entre ellas por cuatro milímetros, forman una especie de cuenco para absorber mejor la luz. Los espejos, de fabricación alemana y pulidos en Francia, tienen un error máximo de 15 nanómetros --3.000 veces más fino que un cabello humano-- con respecto a las condiciones ideales de diseño. Pero quizá lo más novedoso es la óptica adaptativa, según la terminología astronómica, que permite deformar los espejos para compensar las aberraciones que sufren las lejanas luces cuando atraviesan la atmósfera terrestre. Se trata de miles de correcciones simultáneas por segundo.
CONCURSO DE MÉRITOS Cuando esté a pleno rendimiento, el GTC estará abierto a la comunidad científica mediante un concurso de méritos. "Hemos dotado a los astrónomos españoles de un instrumento propio muy competitivo", dice orgulloso Francisco Sánchez, director del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).
El telescopio ha costado 130 millones de euros y 10 años de trabajo, tres más de los previstos. El 90% del dinero es inversión pública española (el 70%, del Gobierno central, y el 30%, del Gobierno canario), mientras que el 10% restante procede a parte iguales de México y EEUU, lo que les dará derecho a disponer de un 5% del tiempo de observación. "Con el GTC, España consolida su bien ganado prestigio", afirmó ayer el príncipe Felipe.
El Gran Telescopio Canarias o GTC es un gigante tecnológico con un espejo primario de 10,4 metros de diámetro --superando a los famosos Keck, en Hawái-- y 17 toneladas de peso, todo ello asentado sobre una estructura flotante de 400 toneladas y protegido por una cúpula de 40 metros de altura máxima. Se encuentra a 2.400 metros de altura en un paraje agreste y frío del observatorio del Roque de los Muchachos, rodeado de otros telescopios de menores dimensiones pero lejos de cualquier foco de contaminación lumínica y atmosférica.
El acto simbólico de inauguración o de primera luz estuvo presidido por el príncipe Felipe; el nuevo presidente autonómico, Paulino Rivero, y la ministra de Educación y Ciencia, Mercedes Cabrera, entre otras autoridades, pero lo más llamativo fue la asistencia de decenas de astrónomos de todo el mundo que comprobaron con los ojos muy abiertos las posibilidades del nuevo aparato. Gracias a su descomunal espejo, su visión en el espectro visible e infrarrojo y los instrumentos con los que está equipado, el GTC es ciertamente único. Así, está capacitado para buscar objetos invisibles para otros telescopios, como galaxias antiquísimas, nuevas estrellas en fase de nacimiento, agujeros negros, planetas alejados de nuestro sistema... "En definitiva, cosas impensables hasta ahora", subraya su director, Pedro Álvarez.
PERIODO DE PRUEBAS Aunque el GTC no está totalmente acabado, el acto celebrado anoche en la isla de La Palma fue un requisito que deben pasar todos los grandes telescopios del mundo. El aparato, según palabras de Álvarez, es como un automóvil --"más que un turismo, un auténtico fórmula uno"-- que ha salido a un circuito a conocer el asfalto. A partir de ahora, y durante aproximadamente un año, los sistemas del GTC serán calibrados para comprobar si se mueven bien y apuntan al sitio correcto.
La joya de la corona del GTC es el espejo primario, es decir, la superficie de 10,4 metros de diámetro en donde se reciben las luces cósmicas. Desde lejos parece hecho de una única pieza, pero se trata de una malla formada por 36 hexágonos de una vitrocerámica especial que miden 1,90 metros entre vértices y pesan 470 kilos cada uno. "Así se van a hacer todos los futuros telescopios de grandes dimensiones", afirma José Miguel Rodríguez Espinosa, director científico del GTC. Con la tecnología tradicional de pieza única, la construcción de telescopios descomunales parece haber tocado techo por motivos de ingeniería.
Las 36 piezas hexagonales, que están separadas entre ellas por cuatro milímetros, forman una especie de cuenco para absorber mejor la luz. Los espejos, de fabricación alemana y pulidos en Francia, tienen un error máximo de 15 nanómetros --3.000 veces más fino que un cabello humano-- con respecto a las condiciones ideales de diseño. Pero quizá lo más novedoso es la óptica adaptativa, según la terminología astronómica, que permite deformar los espejos para compensar las aberraciones que sufren las lejanas luces cuando atraviesan la atmósfera terrestre. Se trata de miles de correcciones simultáneas por segundo.
CONCURSO DE MÉRITOS Cuando esté a pleno rendimiento, el GTC estará abierto a la comunidad científica mediante un concurso de méritos. "Hemos dotado a los astrónomos españoles de un instrumento propio muy competitivo", dice orgulloso Francisco Sánchez, director del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).
El telescopio ha costado 130 millones de euros y 10 años de trabajo, tres más de los previstos. El 90% del dinero es inversión pública española (el 70%, del Gobierno central, y el 30%, del Gobierno canario), mientras que el 10% restante procede a parte iguales de México y EEUU, lo que les dará derecho a disponer de un 5% del tiempo de observación. "Con el GTC, España consolida su bien ganado prestigio", afirmó ayer el príncipe Felipe.
14/07/2007 ANTONIO MADRIDEJOS. El periodico de Aragón
No hay comentarios:
Publicar un comentario